Desde las islas británicas nos sorprende una noticia donde un simpático lechero se sacaba un dinero extra con un negocio paralelo a su oficio diario pero que más bien era una ONG.
Robert Holding no es el típico traficante de droga. Bien es cierto que vendía marihuana con un pequeño margen de beneficio –nada como para lanzar cohetes-, pero lo hacía con ‘carácter humanitario’, para aliviar los diversos dolores y achaques de una clientela integrada en su gran mayoría por ancianos que en muchos casos no podían ni tan siquiera salir de casa.
En cierto modo se trataba del crimen perfecto, o así habría sido en una novela de Agatha Chrstie. Lechero rural, de 72 años, Holding tomaba nota de los encargos mientras hacía el reparto, y a la mañana siguiente dejaba la marihuana en un disimulado paquetito de hasta veinte gramos junto a la botella con la pinta del líquido elemento, que algunos de los vecinos compraban simplemente para poder hacerse luego un porro.
Pero el mundo está lleno de chivatos y cotillas, y algunos vecinos se olieron la tostada y denunciaron las actividades del lechero marihuanero a la policía del condado de Lancashire que, tras el lógico escepticismo inicial, montó una operación de vigilancia que no tardó en confirmar las sospechas. Los agentes hallaron en su casa y en el camión un ‘arsenal’ de 167 gramos de cannabis ocultos en cajas de media docena de huevos, que en la calle costarían unos quinientos euros. Una auténtica minucia para traficante con ambiciones de Londres, Barcelona o Nueva York, pero más que suficiente para los deseos y necesidades de la tercera edad de Burnley.
Holding, que tiene seis hijos y veintiocho nietos, confesó todo a la policía, temeroso de ir a la cárcel y tener que dar explicaciones a la mujer con la lleva casado cincuenta y siete años, y que se encuentra internada enferma de Alzheimer. La jueza encargada de dictar sentencia admitió que se trataba de un ‘caso excepcional’ como no había visto nunca jamás en su carrera, y le impuso un castigo de treinta y seis semanas que podrá cumplir en libertad provisional.
El pluriempleo de Robert Holding como lechero y suministrador de marihuana sólo le duró unos meses, porque pasar desapercibido es muy difícil en el campo inglés, donde el deporte favorito de la gente es observar a los demás y comentar sus defectos a la hora del té. En el juicio aseguró estar convencido de que cumplía una tarea humanitaria, aliviando los dolores de gente mayor y sin la más mínima idea de que su pequeño negocio constituyera un delito a los ojos de la ley… ¡y de sus chismosos vecinos!.
El peculiar lechero tenía una cartera de diecinueve clientes, con un abanico de edad de entre setenta y noventa y dos años, algunos en silla de ruedas y con enfermedades que van desde artritis a problemas en la espalda. ‘Querían algo que les aliviara el dolor sin que les costara un ojo de la cara –explica el protagonista de la historia-, y yo les proporcionaba la marihuana a domicilio y a mitad de precio’.Diversos estudios médicos han indicado los efectos beneficiosos del cannabis para personas aquejadas de determinados males, pero el gobierno británico considera que puede deteriorar la salud mental.
Un millón y medio de británicos siguen recibiendo por la mañana la pinta de leche a la pueta de casa, pero los supermercados han robado mucha cuota de mercado y el negocio ya no es lo que era. Quizás por eso Holding se dedicara al reparto de marihuana, o quizás de verdad lo hacía por compasión. Miles de compatriotas que le han enviado cartas de apoyo prefieren creer en su altruismo…
Fuente: LaVanguardia